¿ARTE BASURA O INFORMACIÓN BASURA?

“La información es en cierto sentido lo contrario de la basura, aunque en nuestro comercializado mundo contemporáneo a veces ambas cosas parecen idénticas”.

Bill Viola


El 30 de junio de 2004, una limpiadora de la galeria Tate Britain de Londres tiró por error a la basura parte de una obra de Gustav Metzger que se titulaba “Nueva creación de la presentación pública de un arte autodestructivo”. Se trataba de una instalación en la que había una mesa con residuos diversos y sobre ella una bolsa de basura que contenía papeles y cartones, que fue precisamente el elemento que la limpiadora eliminó de la instalación, sin duda con la lógica de su rutina laboral.

En Sevilla, en la primera Bienal de Arte Contemporáneo de esta ciudad, Maurizio Cattelan exponía una obra sin título que consistía en colgar de un muro, a modo de ahorcado, un muñeco idéntico a un niño. La polémica estaba servida, asociaciones, instituciones y particulares emitieron sus protestas al unísono. Pero la obra no se retiró, según Juana de Aizpuru, comisaria de la Bienal, porque “con esta obra Cattelan denuncia una realidad horrorosa que no se quiere ver”.

De ambas noticias todos hemos oído hablar o hemos leído en prensa artículos y cartas al director con opiniones diversas, casi siempre contrarias a la exhibición de este tipo de obras.

Damien Hirst, Andrés Serrano, Piero Manzoni, Robert Mapplethorpe, Jake y Dinos Chapman, Paul Maccarthy, Jeff Koons, etc… han incorporado al arte contemporáneo mucho horror, sangre, sexo, fluidos… con mayor o menor eficacia o éxito, con mayor o menor coherencia, o con mayor o menor soporte conceptual. Y todos ellos se llevan la palma en cuanto al espacio que los medios dedican, al parecer, a sus creaciones. Pero ¿qué es lo que atrae a los medios? No es la obra, no es una reflexión sobre las propuestas, a veces quizás necesariamente descabelladas, que estos artistas ponen sobre la mesa. Lo que interesa a los medios, como siempre es el pis (Piss Christ de Andrés Serrano), es la caca (Merda d’artista de Piero Manzoni), es el semen (Jim and Tom, Sausalito de Robert Mapplethorpe), es el sexo (Made in Heaven – Starring: Jeff Koons and Cicciolina de Jeff Koons), es la carne (Saussages II de Damien Hirst) y en definitiva el morbo asociado a la audiencia, asociada, claro, al dinero y al poder.

Bill Viola y Nam June Paik, los dos videocreadores más reconocidos a nivel internacional por la crítica y por los historiadores del arte, exponen en España en la actualidad. El primero de ellos en Granada, con una muestra de sus últimas videocreaciones titulada Las Horas Invisibles. Y el segundo en Madrid, donde se conmemora el aniversario de su muerte con una exposición antológica en la Fundación Telefónica.

Sin embargo, en las fechas en que ambas exposiciones se inauguraban, y mantenían su éxito día tras día, otra noticia relacionada con el arte contemporáneo se llevaba el premio al volumen de información generada, a pesar de ser ya tan sólo una secuela (los libros en cuestión se publicaron en el 1998 y 2003, originando ya su consecuente reguero de polémica). Se trata de la denuncia que el PP de Extremadura hace el 13 de marzo de 2007 a la Editora Regional (ERE), dependiente de la Consejería de Cultura, por la publicación de los libros «In Breedin 1995-1998» y «Sanctorum», ambas publicaciones de J.A.M. Montoya con, según el PP, “pornografía católica” que tiene a Jesucristo y otras figuras del Cristianismo como protagonistas, exigiendo al gobierno extremeño su reprobación.



Las cuestiones políticas que han generado este nuevo conflicto son evidentes pero de este tema hablaremos próximamente. La consecuencia final de la polémica es que conocemos más a J.A.M Montoya que a Bill Viola o Nam June Paik. Y que las intenciones artísticas, sociales y políticas que contienen las obras de arte contemporáneo se desvirtúan y se vacían de contenido porque los mass media sólo atienden a lo formal, a la apariencia, y, en definitiva, a la mitificación clásica y moderna del objeto artístico, cuando el arte contemporáneo, como explicamos en el primer artículo, ya ha desterrado de entre sus valores estas cuestiones, al menos como prioritarias.




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